sábado, 31 de mayo de 2014

Movimiento vital: el hombre de la maleta naranja.

En la vida hay que moverse. Moverse haciendo ruido. Moverse en silencio. Moverse por una razón o, simplemente, por todas las razones juntas. Pero hay que moverse. 
París era el destino al que me llevaba esa cinta transportadora. Queda el misterio de a dónde le llevaba al hombre de la maleta naranja. Quizá al mismo París, a ver a un amigo largo tiempo perdido o a ver a su pareja, separados no por el tiempo, pero sí por el espacio. Su mirada debía ser ansiosa, como la de esos ojos que observan maravillados el despegue de las grandes moles de acero.  
Moverse es un destino. Quedarse parado, un momento para reflexionar.  
Caminante no hay camino... se hace camino al andar. 



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